El III Voluntariado sigue a buen ritmo

Tras varios días de intenso voluntariado de la Lugartenencia de España Occidental y encuentro con la Tierra Santa, los voluntarios siguen en la ayuda a la marcha de los distintos santuarios y capillas del Monte de los Olivos. La oración tiene su espacio importante.

En Jerusalén, casi todo el mundo sabe de su presencia. Sus chalecos han sido una especie de revolución, pero ya se han aprendido que no representan ninguna amenaza y son gente de paz.

Con prudencia, han conseguido que su presencia sea palpable. También los grupos de peregrinos les preguntan quiénes son y qué hacen. Y muchos les muestran su simpatía y agradecimiento por lo que hacen en nombre de la Orden.

Prácticamente todos los franciscanos saben de su labor. No dicen a ninguna tarea que no y poco a poco avanzan para poner al día las labores que los frailes tienen en cola. Desde las administrativas a las más básicas de ayuda a la sacristía, organización del desarrollo de las ceremonias y misas de los numerosos grupos de peregrinos.

Este año han vuelto a hacer el mantenimiento de ambos huertos sacros. El de Getsemaní y el Huerto de los Apóstoles. También han puesto al día los yacimientos pétreos sobre los que se asienta la basílica de la Agonía y el Eremitario, con los restos de la basilica bizantina que fray Diego cuida con suma delicadeza.

Los voluntarios comparten horas y encuentros con los peregrinos españoles y con los cristianos locales. Uno de los jóvenes no se lo pensó dos veces y ayudó a un señor anciano a llevar el carrito de la compra hasta su domicilio, junto con otros de los demás chicos jóvenes. El anciano estaba feliz de tener tan magníficos ayudantes y los invitó a visitarle y tomar un café, pues vive solo y sin familia.

Fray Sinisa, guardián del Monte de los Olivos, está muy contento con su trabajo y se lo dijo al Custodio, quien ya estaba al corriente de todo y muy satisfecho del voluntariado de la Lugartenencia de España Occidental.

La responsable del Voluntariado nos dice y llena de orgullo: «El Caballero eclesiástico capellán del Voluntariado es un bendito de Dios, un hombre verdaderamente bueno, que nos aguanta y nos sigue impasible al desaliento y al cansancio. Como el que más aporta, dirige y orienta con un cariño y una comprensión digna de elogio. Todo el grupo está muy unido y hay una cordialidad y sentimiento de hermandad muy significativo y lo más hermoso es sentir el orgullo que manifiestan por ser parte de la Orden y por ser hijos y familiares de nuestra Orden».